Instituto
Argentino para el Desarrollo Económico.
Joaquín
Arriola y Diego Guerrero *
La nueva
economía política de la globalización
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Introducción:
*Diego Guerrero, invitado por el IADE y las revista REALIDAD CONOMICA
dicto en 2001 varios seminarios en la ciudad de Buenos Aires.
Bibliografía:
"La nueva economía política de la globalización"
Autores: Joaquín Arriola y Diego Guerrero
Servicio Editorial de la Universidad del País Vasco (España)
ISBN 84-8373-293-9
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Introducción y orientación bibliográfica
Que
el mundo vive un periodo histórico de transición es un hecho definitivamente
asumido por la población en general. En 1989 se cerraba un ciclo histórico que
iniciado en 1917, fue un intento fracasado por superar el sistema de explotación
sistemática de la fuerza de trabajo que conocemos con el nombre de capitalismo.
Al mismo tiempo, se desvanecía en el pasado reciente la época dorada del
"Estado de Bienestar", que si llegó a desarrollarse, su duración en
el tiempo y en el espacio se limitó a unas pocas décadas y abarcó tan solo a
una minoría de la población y el territorio del planeta.
Pero si bien no resulta muy complicado entender de donde venimos, más difícil
resulta intuir hacia donde vamos. De este modo, la inseguridad se adueña de las
conciencias de los ciudadanos, se borra cualquier horizonte de progreso social a
largo plazo, y la ideología del inmediatismo en una población incapacitada
para comprender los mecanismos básicos de su presente como historia.
Pero esta ignorancia no se corresponde con el estado de los conocimientos
humanos. Existen suficientes datos y teorías adecuadas para explicar
esencialmente las dinámicas sociales en curso. Sin embargo, un proceso sistemático
de silenciamiento y marginación de las voces críticas y lúcidas, facilita que
la mayoría de la población no alcance a traducir en procesos sociales sus
propias experiencias personales.
En
esta ceremonia de la confusión, la crisis del socialismo real se ha traducido
en una rápida exclusión del marxismo del campo del pensamiento socialmente
admitido, a partir de una identificación ampliamente publicitada que es no solo
errónea (el marxismo no ha sido la base de la construcción política del
socialismo soviético) sino conscientemente política: la marginación del
marxismo es al mismo tiempo la marginación de la clase obrera como sujeto político
autónomo, y de paso el triunfo ideológico del capital. El denominado
pensamiento único es exclusivamente el pensamiento aceptado por la clase
dominante, y la ideología de la globalización es al mismo tiempo la
globalización de la ideología de dicho pensamiento.
Competitividad, globalización, eficiencia, son conceptos que casi siempre se
utilizan con este doble objetivo económico a la vez que político. De cada 100
veces que se utilizan, 99 no significan nada concreto, en particular cuando se
hace referencia a la "globalización". Pero su uso tiene un efecto
traumático sobre la población, pues se presenta siempre como referencias a
realidades inexorables, más allá de la capacidad de la gente para oponerse a
sus designios.
Las condiciones objetivas para que exista una economía mundial están dadas
(mercados, volúmenes de producción, tecnologías de transporte y de distribución
etc.) prácticamente desde finales de la segunda guerra mundial. Pero para que
exista una economía mundial, un espacio productivo mundial coherente, hace
falta también una moneda, que es a la vez expresión de los valores
(mercantiles) y de la soberanía política. Y ésta todavía no existe.
Con todo, durante las últimas dos décadas hemos asistido a un importante
proceso de reestructuración capitalista que ha ido dando respuesta --la
respuesta del capital, ciertamente -- a tres desafíos a los cuales se
enfrentaba la distribución de la producción social, que siempre es uno de los
problemas centrales de la dinámica económica y de la lógica de la competencia
capitalista, aunque no quede más remedio que reconocer que se trata de un
conjunto de procesos que vienes a su vez determinados por la forma y elperfil
que adquiere la dinámica de la acumulación de capital. De forma esquemática,
esta respuesta se resume en lo siguiente:
-
La competencia
capital-trabajo se ha resuelto mediante la deslocalización industrial
(traslado a zonas de menores salarios absolutos de las partes de los
procesos de producción más intensivos en trabajo) y mediante la
desregulación laboral (conversión de una parte importante del empleo en
los países centrales en empleo precario, es decir, menos sujeto a negociación
colectiva y de menor salario relativo).
-
La competencia
Estado-capital se ha resuelto mediante la generalización de las políticas
neoliberales (es decir, ajustando la política económica de casi todos los
países a las necesidades del capital transnacional y reduciendo los
espacios de participación social en la toma de decisiones públicas, lo
cual incluye desde el control de los medios de comunicación de masas hasta
la corrupción masiva de los representante políticos) y la privatización
(reduciendo la posibilidad de planificación directa desde las empresas públicas:
Investigación y Desarrollo, inversiones estratégicas, negociación
colectiva modelo para el sector privado etc.; y convirtiendo los servicios
sociales en fuentes de ganancias capitalistas).
-
La competencia
entre capitales se ha resuelto mediante una nueva ola de centralización del
capital (es decir, mediante procesos masivos de fusiones y absorciones de
empresas) y de concentración del capital (logrando las grandes empresas
mayores cuotas de mercado).
Todos
estos procesos merecen, sin duda, un análisis exhaustivo, para poder explicar
el cambio de correlación de fuerzas tan radical experimentado desde 1980 en
favor del capital y en contra de los trabajadores. Esta modificación de la
correlación de fuerzas no ha sido el resultado exclusivamente de un cambio de
orientación de las políticas gubernamentales (de socialdemócratas a
neoliberales) más favorables al capital a costa de los trabajadores, sino que
resulta sobre todo de la gran capacidad mostrada por las empresas para adaptar
sus estructuras organizativas y productivas a un entorno con gran dinamismo y
exigencia. Los cambios estructurales que en el aspecto organizativo han
introducido las firmas multinacionales han permitido a las grandes empresas
concentrar y centralizar el capital a un ritmo desconocido hasta ahora en la
historia del capitalismo y recabar de los trabajadores una mayor proporción de
riqueza social en forma de excedente empresarial.
Estos cambios reflejan una flexibilidad y capacidad de adaptación que muchas
veces se le ha pretendido negar a las grandes empresas --sobre todo cuando hace
unos años se pusieron de moda las teorías que querían creer que lo pequeño
es siempre más hermoso que lo grande (Schumacher), y que las nuevas tecnologías
fomentarían una fragmentación de capitales y una mayor competencia en los
mercados (Pioré y Sabel).
Para desarrollar un análisis adecuado de estos fenómenos, se necesitan las
teorías adecuadas. Este libro pretende mostrar algunas de las líneas de
investigación actuales en el pensamiento económico de raíz marxista
occidental (no olvidemos que hay también una rica tradición marxista en países
como India o Japón). Los artículos aquí reunidos hacen referencia a diversas
tradiciones de pensamiento, marxista, enfoques analíticos y problemáticas, sin
agotar todas las que actualmente son objeto de análisis y controversia allí
donde hay un espacio colectivo de discusión (Francia, Gran Bretaña, Italia,
Alemania o Estados Unidos, Brasil, México, Bélgica o Canadá, son tan sólo
algunos de los países en los que se están haciendo aportaciones relevantes
actualmente).
El conjunto de trabajos que presentamos en este volumen son una importante
contribución a un conocimiento más penetrante de varias dimensiones de los
procesos socioeconómicos contemporáneos, y una crítica a la ideología
dominante de la inevitabilidad y la sobredeterminación de los procesos sociales
bajo la égida del capital. Pese a lo limitado de la muestra, creemos que es
suficiente para ver como esta perspectiva analítica proyecta con más claridad
y precisión el presente hacia el futuro, a partir de una comprensión más
científica y menos ideológica del pasado que la que puedan aportar las demás
corrientes de pensamiento económico.
Como guía de lectura, en esta introducción presentamos algunas de los textos básicos
de esta metodología de análisis, esperando que sirva al lector que desee
profundizar en el conocimiento de la economía marxista e incluso que pueda
aportar algunas sugerencias para nuevos proyectos de investigación..
I. Acumulación y crisis del
capitalismo global
La
literatura sobre la teoría marxista de la tendencia descendente de la tasa de
ganancia (TDTG) --considerada por Marx como la ley más importante de la Economía
Política (LTDTG), y de cuya formulación en forma coherente se declaraba
personalmente autor-- es tan amplia que, en vez referirnos a los participantes
directos en la larga historia de los debates en torno a la misma, se podría
llenar este comentario bibliográfico con la literatura que aborda la cuestión
en segunda instancia, es decir, que intenta reconstruir, desde ópticas y
posiciones teóricas distintas, la propia historia de estos debates. Así, y
para ceñirnos sólo al ámbito de los autores que han enfocado la LTDTG desde
posiciones no completamente hostiles al marxismo, citaremos algunas de las obras
conocidas sobre esta materia, bien porque están accesibles en español, bien
porque, aun no estándolo, constituyen una referencia obligada para todo aquél
que quiera profundizar en la materia.
1. Desde un punto de vista postkeynesiano, que sólo comparte con el marxismo la
ambigua simpatía que hacia él sentía una de las protagonistas en los debates
(Robinson, 1942), puede señalarse la edición española del libro en cuatro volúmenes
de Kühne (1972/73), quien, desde la citada perspectiva robinsoniana aborda la
cuestión en dos pasos: primero, estudia la LTDTG como "fenómeno de
tendencia secular" (vol. 3, pp. 412 y ss.), para pasar a estudiarla luego
como una "teoría de la coyuntura" (vol. 4, pp. 540 y ss.).
2. En segundo lugar, desde posiciones que hoy se identifican con el llamado
marxismo analítico (también llamado neoclásico por otros autores), la actitud
hacia esta ley ha sido aun más crítica, pero reconociendo al menos la
centralidad de la ley en la explicación marxista de las crisis. Así, el belga
Van Parijs (1980), uno de los más conocidos enemigos recientes de la ley, señala
que, aunque las "primitivas interpretaciones marxistas tendían más bien a
localizar el origen de la crisis en la desproporcionalidad o en el
subconsumo", de hecho desde la década de 1930 la citada ley se ha
convertido en el centro de la explicación, y cita como representativos de esta
tendencia las obras de Grossmann (1929) y Dobb (1937), así como las críticas
de Moszkowska (1929, 1935, 1941), Sweezy (1942) y la ya citada Robinson (1942).
3. Desde el punto de vista del marxismo sraffiano (cuyo representante más
conocido quizás sea Steedman, 1977), los autores de la más exhaustiva historia
de la Economía marxista (en dos volúmenes, aún no publicada en español),
Howard y King (1989, 1992), han dedicado un capítulo de su libro a esta ley,
distinguiendo las polémicas ocurridas en tres periodos distintos: 1883-1918,
1918-45 y 1945-73 (véase el capítulo 7 de Howard y King, 1992; y también
Eltis, 1987). A esto cabría añadir que desde un punto de vista similar se ha
señalado que "en los setenta y hasta la fecha, continúa la discusión en
revistas como Socialist Register, Review of Radical Political Economics, New
Left Review, Temps modernes, Science and Society, Cambridge Journal of Economics
y Capital & Class", y que "el campo de la controversia actual es
mucho más amplio y ofrece una gama de enfoques que van desde la economía
convencional hasta marxistas, sraffianos y sus oponentes" (Groll y Orzech,
1987, p. 591).
4. Desde la perspectiva del marxismo althusseriano reivindicado por autores como
R. Wolff y S. Resnick, hay también una reciente historia del debate que
pretende resumir el mismo repartiendo a sus participantes en tres grandes
categorías. Así, Cullenberg (1994) distingue entre la tradición que aborda el
debate desde la perspectiva de la "totalidad hegeliana" y la que lo
hace desde el punto de vista de la "totalidad cartesiana", para oponer
a ambas la posición que él prefiere, y que denomina el "enfoque marxista
descentrado" de análisis del "movimiento contradictorio de la tasa de
ganancia"
5. Por último, la tradición central a este respecto --que arranca de Marx para
desarrollarlo teóricamente y/o intentar contrastar empíricamente las tesis
implícitas en la ley, y contra la cual se han dirigido la mayor parte de las críticas
recogidas en los trabajos anteriormente citados-- es la que enlaza a Grossmann
(1929) con sus discípulos Mattick (1969) y Rosdolsky (1968), y de ahí a
autores contemporáneos como Shaikh (1978, 1983, y, en español, 1990), Weeks
(1979, 1981), Foley (1986), Moseley (1988, 1992), Fine (1979), Duménil y Lévy
(1993), o los autores de la escuela del Temporal Single System (véase Freeman y
Carchedi, 1996). Una característica adicional común de estos trabajos es su
esfuerzo por combatir los argumentos usados por los críticos de la teoría
marxiana (desde Tugán-Baranovski y Bortkiewicz, a caballo entre los siglos XIX
y XX, a la citada Moszkowska o los japoneses Shibata (1934, 1939) y, sobre todo,
Okishio, 1961).
6. Especial mención merecen los autores que han intentado llevar a cabo medidas
empíricas de la evolución de la rentabilidad y su relación con las crisis,
las ondas largas o el derrumbe del capitalismo. Aquí, el trabajo clásico es
Gillman (1957), seguido de la tesis elaborada por Mage en 1963, y una tradición
ligada a los autores citados en el punto 5 (véase en especial, los trabajos
citados en Shaikh y Tonak, 1994, o Wolff, 1987, pero también Chung, 1981,
Shaikh, 1987, Gouverneur, 1983, 1998, Duménil y Lévy, 1993). Para el caso español,
aparte de otros trabajos que se preocuparon en el pasado por la evolución de la
rentabilidad, desde la perspectiva señalada en 5 cabe citar Guerrero (1989) y
Román (1997).
7. En la mayoría de los trabajos empíricos han predominado los autores que
ligaban la caída de la tasa de ganancia con el aumento de la composición de
capital, aunque no han faltado quienes han optado por la tesis de la profit
squeeze (o compresión de los beneficios debida a la presión salarial), como
muchos radicales americanos (Weisskopf, 1981, Sherman, 1989) pero también
europeos (Reati, 1990, Glyn y Sutcliffe, 1972, o los autores de la escuela de la
regulación, comenzando por Aglietta 1976) o por la incidencia del aumento
relativo del trabajo improductivo como vía de drenar la capacidad de generar
nuevos crecimientos de la plusvalía (Salama, 1973).
8. El artículo de David Laibman (autor que se ha ocupado del tema desde 1982 al
menos) recogido en este libro es un claro ejemplo de un esfuerzo marxista por
combinar las teorías de la composición creciente del capital y de la compresión
de la ganancia, en forma de dilema al que se enfrenta inexorablemente la dinámica
del capital. En este sentido, comparten su heterodoxia (en relación con la
posición del artículo de Anwar Shaikh que se incluye en este volumen, que es
un representante más claro de la línea señalada en el punto 5) con el artículo
de Howard Petith (tercero de los recogidos en el libro), que intenta vincular la
LTDTG con una tesis que siempre se ha supuesto, no sólo ajena al marxismo, sino
fuente y origen de las críticas de Marx a la teoría de la renta de la tierra
en Ricardo. La comparación de las tres perspectivas recogidas en la primera
sección de este libro se puede ver, por tanto, como una rememoración, o un
resumen actualizado, de muchos de los debates históricos que han jalonado más
de un siglo de pensamiento económico marxista sobre la acumulación y la crisis
del capitalismo global.
II. La dinámica financiera de
la crisis
Una
de las grandes paradojas del pensamiento marxista es que, siendo el dinero una
categoría central en el análisis de Marx, como se puede constatar en sus
principales escritos de crítica económica (El Capital, La Contribución a la
Crítica de la Economía Política o la primera parte de los Grundrisse), sus
seguidores le han prestado una atención muy escasa. Sin embargo, los estudiosos
no economistas de su obra, son conscientes del lugar central que ocupa en su
perspectiva la cuestión del dinero. Así, por citar dos ejemplos, la antología
"El pensamiento de Marx", de U.Cerroni, dedica al tema dos de los
nueves capítulos dedicados a presentar el análisis marxiano de la "crítica
de la economía política". La "antología de Marx", de E. Tierno
Galván señala como una de las preguntas fundamentales de Marx en la
"Contribución..." "el significado total del dinero como
instrumento , como mercancía y como símbolo" (p.192). Las 100 páginas
dedicadas a extractos de El Capital, incluyen al menos 30 referidas a cuestiones
monetarias de diversa índole (1).
El pensamiento económico marxista, por el contrario, al menos hasta muy
recientemente, no ha profundizado en la comprensión específica de los fenómenos
monetarios y su lugar en el proceso de acumulación y de reproducción del
capital.
Posiblemente, una causa de este retraso se encuentre en la dificultad de casar
la concepción de Marx del dinero como equivalente general con una base metálica
con el predomino actual del dinero de crédito sin referencia última aparente a
una base de valor real. El trabajo de Trevor Evans incluido en este libro
contribuye a aclarar esta dificultad, mostrando cómo la traslación a nuestras
condiciones actuales de la teoría monetaria de Marx exige colocar en el centro
del análisis un concepto de dinero "convencional", o dinero de crédito,
más acorde con la realidad del ciclo del capital actual, y a partir del cual se
pueden desvelar los límites del proceso de acumulación -sus crisis- en sus
formas contemporáneas. El capítulo de este autor muestra como la teoría
marxista del dinero descansa sobre dos ideas básicas: que el dinero expresa el
valor de las mercancías, y que es un medio de validación social del gasto
privado de trabajo. La principal diferencia entre las diferentes concepciones
marxistas del dinero estriba en el mayor o menor énfasis puesto en uno u otro
aspecto. Al presentar las principales aportaciones de los teóricos marxistas
que han desarrollado el tema, desde Rudolf Hilferding hasta los autores
franceses (de Brunhoff, Lipietz), norteamericanos (Foley, Harvey), italianos
(Negri, Graziani) o alemanes (Ganbman) contemporáneos, Evans muestra cómo la
sustitución del dinero con base metálica por dinero de crédito se encuentra
en la base de las modernas transformaciones del sistema de pagos, en particular
del sistema monetario internacional.
Los autores marxistas franceses, estudiando las causas de la inflación a
finales de los sesenta, reintroducen el interés analítico por el dinero,
retomando la concepción marxista para criticar las concepciones neoclásicas de
la inflación. En 1970, el primer número de la revista Critique de l'Economie
Politique se dedicó a un análisis de la inflación que, a partir de varios
textos de G. Jourdain, J. Valier y otros (reproducido en Mandel y otros 1973),
introduce en los círculos marxistas un renovado interés por los problemas
monetarios, continuado inmediatamente por autores como S.de Brunhoff (1971), o
J.L. Dallemagne (1971). Otros autores recuperan las reflexiones clásicas sobre
el dinero, a la luz de los nuevos acontecimientos de las décadas recientes
(Backhaus 1986, Bologna 1993, Bonefeld 1995b, o los textos de S. de Brunhoff)
La crisis del sistema monetario internacional dará pie a diversos análisis que
renuevan la atención de los economistas marxistas por los problemas monetarios,
en particular por la dimensión financiera de las crisis. Algunos trabajos, como
los de Parvoni (1981), M. H. Wolfson (1986), R. Pollin (1987), M. Itoh (1978),
Guttman (1989), Epstein y Gintis (1992), intentan analizar la información estadística
disponible en un enfoque no tradicional. Pero cuando se trata de avanzar en la
comprensión teórica del proceso, los análisis se centran en un enfoque histórico
(Pilbeam 1992, Phillips 1993, Walter 1993). Cuando se avanza en la interpretación
teórica, algunos autores abandonan el marco analítico del marxismo (Aglietta
1982, 1998). Como se refleja en trabajos más tradicionales como el de Magdoff y
Sweezy (1986), el análisis marxista carece aún de un consenso básico en torno
a una teoría interpretativa de los nuevos fenómenos financieros en su relación
con la dinámica general de la acumulación. Con todo, ya se cuenta con algunas
aportaciones relevantes, por parte de autores como Ch. Marazzi (1977), E. A. Brett (1993), W. Bonefeld
(1995a).
El
intento de diversos autores franceses por interpretar analíticamente el fenómeno
conocido como "globalización" no ha dado todavía resultados
espectaculares, aunque apuntan en nuevas líneas de investigación (Chesnais
1996). Es previsible que en algún momento, lleguen a converger los estudios
sobre la crisis y los análisis monetario-financieros en una nueva síntesis,
como auguran algunos de los trabajos presentados en este libro, por ejemplo los
de Laibman o Evans.
Este terreno de análisis, relativamente novedoso, cuenta en este libro con dos
aportaciones. El capítulo de los brasileños Carcanholo y Nakatani recupera la
distinción de Marx en el volumen III de El Capital entre crédito, capital
dinerario, capital real y capital ficticio, para interpretar la dinámica
financiera, su dimensión especulativa y su impacto en el proceso de acumulación.
Por su parte, el trabajo de Joaquín Arriola, que incluimos en este libro,
muestra cómo la crisis monetaria internacional, reflejo de una crisis de
hegemonía, tiene varias etapas en las cuales el dinero internacional adquiere
un carácter progresivamente más virtual, siendo esta "desmaterialización"
del dinero lo que permite explicar la globalización en su dinámica más real,
consecuencia de la actuación de la potencia hegemónica para reproducir la
asimetría estructural en el sistema internacional de pagos entre el dólar/EE.UU.
y el resto de divisas/mundo.
III. Globalización y
subdesarrollo
Si
la revolución rusa de 1917 y la crisis mundial marcaron el contenido de las
investigaciones y debates de los economistas marxistas en el primer tercio de
siglo, tras la II Guerra Mundial serán tres revoluciones y tres guerras de
liberación (China 1949, Cuba 1959 y Argelia 1961) las que aportarán nuevos bríos
y contenidos a los estudios económicos marxistas.
Tras
la II Guerra Mundial, será Paul A. Baran (1959) el que dará pie a una larga
serie de investigaciones que definen una de las aportaciones más fructíferas
del marxismo a la comprensión del mundo contemporáneo, esto es, los análisis
sobre el fenómeno de lo que se ha venido a denominar "el
subdesarrollo".
Probablemente
el autor que más ha contribuido a divulgar el pensamiento radical sobre los
problemas del subdesarrollo sea André Gunder Frank. Tachado con frecuencia de
vulgarizador, extremista o unilateral, no cabe duda de que sus libros se
encuentran entre los de mayor divulgación e influencia en los años sesenta y
setenta. Comenzado por sus textos polémicos con el pensamiento conservador,
cuyos títulos se convirtieron en lemas teórico-políticos por más de una década:
"el desarrollo del subdesarrollo" y "sociología del
subdesarrollo y subdesarrollo de la sociología". Otros textos suyos
tuvieron también gran influencia en la izquierda latinoamericana y europea
(1967, 1969, 1972). Probablemente, uno de sus mejores textos sea su estudio
sobre la acumulación mundial en las fases previas a la revolución industrial
(1978).
El nexo de estos debates con el pensamiento marxista de primera hora se
encuentra no tanto en Marx como en las aportaciones que sus discípulos hicieron
en los primeros años de este siglo a la teoría del imperialismo. Hilferding
(1910) y Nicolai Bujarin (1915) son las principales aportaciones, pero también
juegan su papel el texto -no marxista- de J. A. Hobson (1902), el texto
divulgativo de las aportaciones -no siempre reconocidas- que hiciera Lenin
(1917), o las aportaciones de Rosa Luxemburg (1913) y Karl Kautsky (1898).
En América latina, los análisis que desde la CEPAL impulsara Raúl Prebisch
sobre el deterioro estructural de los términos de intercambio, se tradujeron en
una cierta apropiación más radical de estos descubrimientos, como queda
explicitado en textos como los de Sunkel y Paz (1970), que combinan una visión
estructuralista con algunas aportaciones marxistas. Pero la principal
consecuencia de esta amalgama será que los estudios sobre las estructuras del
desarrollo van a adquirir un perfil histórico-sociológico, más que económico,
como se refleja en otros textos "clásicos" del marxismo
latinoamericano, como por ejemplo Agustín Cueva (1977), Cardoso y Faletto
(1972) o Rui Mauro Marini (1973).
De este modo, la contribución teórica de los estudios latinoamericanos del
subdesarrollo y la dependdencia tienen menos profundidad analítica que la que
aportan los debates en torno al intercambio desigual. El texto del mexicano
Alejando Valle tercia en este viejo pero inconcluso debate, que iniciara A.
Emmanuel (1969). Emmanuel argumenta que el comercio internacional es un
mecanismo de apropiación de valor procedente de los países dependientes por
parte de los países imperialistas, como consecuencia de que la relación
salarios/productividad es menor en aquellos. Esta tesis dio lugar a uno de los más
importantes debates económicos del marxismo contemporáneo, cuyas primeras
aportaciones están recogidas en la discusión mantenida por el propio Emmanuel
y Charles Bettelheim, incluida como anexo en el libro de Emmanuel, y cuya
continuidad se puede leer en el debate entre Emmanuel y Samir Amin por un lado,
y entre Christian Palloix y Charles Bettelheim por el otro (1971). La principal
consecuencia práctica de dicho debate teórico queda explicitada en el texto de
dos aportaciones: "el proletariodo de los países ricos participa en la
explotación del tercer mundo" (Emmanuel) y "Los trabajadores de los
países ricos y pobres tienen intereses solidarios (Bettelheim).
En
estos momentos en que predominan las tomas de posición sobre bases intuitivas
o, en el mejor de los casos, estético-morales, conviene releer estos textos
para recuperar el sentido de lo teórico y su vinculación con la práctica. De
este debate surgió una corriente analítica que convino en denominarse
"escuela de la dependencia", que incluye entre sus principales
integrantes a A.G. Frank, Samir Amin (1973, 1974, 1988), Giovanni Arrighi (1978,
1995), y el historiador Immanuel Wallerstein (1974,1980), el cual aporta la
fundamentación histórica del marco analítico desarrollado por los teóricos
de la dependencia.
En
cierta forma, la escuela de la dependencia conecta, en el debate de principios
de siglo, con los análisis de Rosa Luxemburgo relativos a la necesidad de
colonias para compensar los desequilibrios del proceso de realización del valor
de los países imperialistas (como mercados en los cuales colocar las mercancías
excedentarias de los países industrializados, o como abastecederores de inputs
a bajo coste que facilitan la maximización de las ganancias en los países
centrales).
Otros
autores contemporáneos continúan sus análisis en la tradición más ortodoxa
de Lenin o de Bujarin, en lo que podemos denominar modernas teorías del
imperialismo. Una buena síntesis de las posiciones marxistas sobre el
imperialismo la podemos encontrar en e libro de A. Brewer (1980); por su parte,
Owen y Sutcliffe (1972) aportan una buena selección de textos clásicos y
modernos sobre el imperialismo.
Los estudios marxistas recientes de las relaciones entre centro y periferia han
descansado sobre varios ejes de análisis, con frecuencia presentados en forma
de polémica y contraste con otras posiciones coetáneas. Laclau (1971), Brenner
(1977) y Warren (1980) generaron una importante controversia con el pensamiento
"dependentista" dominante a finales de los setenta. Estos autores,
entre otros, sugieren que el análisis de capitalismo tiene como categoría
central la relación salarial. De este modo, recuperan las posiciones de
Bettelheim en el debate inicial con Emmanuel, y sugieren otra perspectiva analítica
de las relaciones internacionales de dominación. en la cual la categoría de
modo de producción es analizada en una nueva perspectiva histórica.
Los autores marxistas hindúes, como P. Chattopadhyay (1972) o P. Patnaik
(1973), aportan importantes contribuciones a este debate, que tiene en el texto
de Sweezy y otros (1969) una de las síntesis clásicas de dicha controversia.
También el papel de los intercambios monetarios y comerciales y su relación
con el proceso de acumulación ha sido recientemente analizado desde una
perspectiva nueva. Anwar Shaikh (1990) aporta una nueva visión sobre el papel
de los desequilibrios comerciales en la determinación de los precios
nacionales. También es relevante a este respecto el trabajo de S. Kalmanovitz
(1986). La contribución de Alejandro Valle a este libro conecta también con
estas aportaciones recientes, señalando la importancia de la productividad
relativa en las comparaciones internacionales y en la dinámica de la plusvalía.
La crisis contemporánea y su incidencia específica en la conformación de las
estructuras de la periferia mundial tiene una importante contribución por parte
de autores marxistas como A. Lipietz (1982), o E. Altvater (1985). Aunque muchos
análisis están aportando evidencia empírica sobre las transformaciones en
curso, por ejemplo Ch. Payer (1974, 1980) P. Salama (1986) o Fröbel, Heinrichs
y Kreye (1980, 1986), no se ha logrado aún un modelo interpretativo con la
capacidad de movilización y traducción política que tuvieron, al margen de
sus limitaciones analíticas, la teoría del imperialismo a principios de siglo
o la teoría de la dependencia en los años setenta. En este sentido, es
importante un ajuste de cuentas con la teoría dominante recibida, y ya
disponemos de algunas aportaciones significativas en la teoría marxista (Dockès,
1975). La aportación de John Weeks a esta sección del libro permite ver con
claridad el carácter ideológico y metafísico de las teorías y políticas
basadas en la creencia en la perfección del libre mercado. ¿Cómo es posible
que unas ideas con una base teórica endeble e incoherente se conviertan en el
catecismo de las políticas económicas contemporáneas, llámense programas de
ajuste estructural, como en el tercer mundo, o políticas neoliberales como en
los países desarrollados? John Weeks, tras mostrar por qué la competencia
efectiva de la realidad y la competencia perfecta de la teoría son
contradictorias e incompatibles entre sí, aclara con su trabajo cómo los
factores políticos y sociales enlazan con la dinámica actual de universidades
y centros de formación en Economía, para diseñar una justificación ideológica
que, disfrazada de teoría, oculta que el objetivo último de las políticas
actuales es hacer recaer sobre los trabajadores el coste de las ineficiencias
del sistema en vigor.
Poniendo en cuestión la historia del crecimiento y el desarrollo (Dockès y
Rosier 1988), y aplicando el análisis crítico del marxismo a la comprensión
de las razones profundas de las políticas económicas del desarrollo y su
fracaso, se podrá avanzar en una nueva teoría. Sin duda, las aportaciones de
los autores marxistas son el eje sobre el cual podrá pivotar la construcción
de una nueva síntesis de comprensión de lo real.
En cuanto al trabajo de Xabier Arrizabalo, su propósito fundamental es el análisis
de las relaciones que existen entre los planes de ajuste puestos en práctica en
toda la economía mundial y la situación de subdesarrollo capitalista en que
permanece la mayoría de dichos países. Para ello, se utiliza el caso
particular de Chile, que ha tenido una importancia muy especial, al ser
utilizado como punto de referencia y guía por muchos de los planes abordados
con posterioridad por otros países. Las consecuencias directas de este tipo de
planes son bien conocidas: destrucción económica (liquidación de actividades,
desvalorización de la fuerza de trabajo, parasitismo especulativo, etc.),
regresión social (cuestionamiento de las conquistas sociales, deterioro de la
sanidad y la educación públicas, empeoramiento de las condiciones de vida y de
trabajo, extensión de la pobreza a capas cada vez más amplias de la población,
etc.) y cuestionamiento, también, de las conquistas democráticas (pérdida de
soberanía, exclusión de determinados asuntos de la discusión política...).
IV. Tecnología, trabajo y
explotación
El
análisis de los procesos de trabajo se vio sometido por parte de los
economistas marxistas durante muchas décadas a una desatención similar a la señalada
para las cuestiones monetarias. Pese a la importancia de los análisis concretos
sobre el maquinismo en el primer tomo de El Capital, los marxistas de la primera
y segunda generación dedican poco espacio a la reflexión sobre el impacto de
los cambios tecnológicos en las condiciones estructurales de la acumulación.
Son contadas las aportaciones de autores marxistas al análisis de los cambios
en las condiciones de la producción, y las más importantes en todo caso son
elaboradas desde perspectivas más sociológicas que económicas, como en los
importantes estudios sobre el fordismo de Georges Friedman (1935) o las
reflexiones de Antonio Gramsci sobre fordismo y americanismo en los Cuadernos de
la cárcel (1950).
La situación cambia considerablemente a partir de la publicación del trabajo
de H. Braverman (1974). Braverman analiza el conflicto capital-trabajo desde el
punto de vista del proceso de descualificación creciente de la fuerza de
trabajo incorporado en el cambio técnico, que es presentado así como un
mecanismo social de concentración de poder en manos del capital frente a los
trabajadores. Con la denominación de "mercado universal", el autor
muestra cómo los capitalistas tratan de profundizar su control sobre el proceso
de trabajo extendiendo su control al conjunto de la sociedad, desde las escuelas
a los flujos de información, las actividades de ocio o la propia vida familiar.
Con esta obra se inicia un periodo de fertilidad en el campo de los análisis
marxistas sobre el proceso de trabajo, en un terreno en el cual difícilmente
podemos encontrar la línea divisoria entre análisis económicos y sociológicos
(A. Zimbalist (1979), S. Marglin (1974); A. Gorz (1975), B. Coriat (1979, 1990,
1991)), o incluso entre marxismo y sociología radical (D. Noble, 1984, 1995), y
que no excluye críticas profundas al análisis de Braverman, por su aparente
menosprecio a la capacidad de resistencia de los trabajadores o por cierta
teleología en materia de descualificación que no considera la importancia de
la existencia de trabajos descualificados en las primeras fases del capitalismo
(Wood 1985).
Una de las consecuencias más importantes del cambio técnico adoptado en
condiciones capitalistas es la amenaza creciente que supone para el agravamiento
del problema estructural del desempleo. Así, el artículo de los conocidos
marxistas franceses, Gérard Duménil y Dominique Lévy, que incluimos en este
libro va en la línea de lo que estos prolíficos autores vienen escribiendo en
los últimos tiempos (véase, como muestra, el último número de la colección
Actuel Marx/Confrontation: Duménil y Lévy, eds., 1999). El trabajo que
incluimos pretende comparar la experiencia del desempleo europeo y el
estadounidense, partiendo de la amplitud de la ola de paro estructural comenzada
durante los años 70. Aunque sus efectos están todavía presentes en Europa, la
tasa de desempleo comenzó a declinar a partir de 1982. La rapidez del cambio técnico
no explica el aumento del desempleo, ya que el ritmo del primero se hizo más
lento desde 1970, tanto en los EE.UU. como en Europa. La
causa del desempleo estructural se encuentra en la lentitud de la acumulación,
que a su vez deriva de la crisis que comenzó en los 70, ligada al descenso de
la rentabilidad. A estos factores se unen determinantes macroeconómicos
y financieros. Las políticas neoliberales, en especial los altos tipos de interés,
reforzaron y prolongaron la ola de paro. Los diferentes ritmos de progreso técnico
en las dos economías explican la especificidad americana (donde el progreso técnico
es claramente más lento que en Europa desde la segunda guerra mundial, a medida
que Europa se acercaba a los niveles de los EE. UU.). Los autores concluyen
afirmando que se están dando recientemente una serie de procesos que presagian
una salida de la crisis, ligados a la revolución de la información, y que
dichos procesos pueden estar ya operando de forma más clara en los Estados
Unidos.
Independientemente de la definición más o menos marxista de los autores
norteamericanos o franceses --con frecuencia encuadrados en la corriente
institucionalista aquéllos, y en la escuela de la regulación éstos--, no cabe
duda que sus contribuciones son una de las aportaciones recientes más
interesante a una nueva comprensión de la fase actual del capitalismo, cuya
integración en un marco conceptual adecuado es una tarea pendiente, pero a la
cual es precisamente el pensamiento marxista el que está realizando algunas de
las aportaciones más novedosas y fructíferas (Bowles y Boyer 1990).
Un campo de análisis que cuenta con pocas aportaciones desde el marxismo es el
de los procesos de trabajo
en países subdesarrollados, analizado en su caso desde una perspectiva básicamente
sociológica (Gutiérrez Garza 1989, Moody 1997) o político-sindical (Munck y
Waterman 1999, Pau y Solidaritat 1999). La contribución de Javier Martinez
Peinado, nos introduce, sin embargo, en una metodología de análisis de las dinámicas
contemporáneas que entronca con la visión algo olvidada del
"superimperialismo" de Karl Kautsky. Martinez Peinado sugiere
que la aparición de una significativa producción industrial de exportación en
países periféricos debe ser entendida como una modificación de los patrones
tradicionales de la dependencia, pero en todo caso, las significativas
diferencias de productividad entre centro y periferia, que lejos de reducirse se
amplían cada vez más, confirmarían la característica extravertida de estos
procesos de industrialización, en los cuales la fuerza de trabajo actúa
exclusivamente como coste y no como factor esencial de la demanda, pues el
mercado de realización del valor es el mercado mundial.
Los libros de Edwards (1979) y de Gordon, Edwards y Reich (1980) dan un nuevo
impulso a una de las ramas más fértiles en los últimos años del pensamiento
económico marxista: la comprensión teórica y empírica de las
transformaciones en los procesos de trabajo y en las condiciones de valorización
del capital, a partir de la comprensión crítica de los procesos tecnológicos
y sociales de flexibilización, segmentación y automatización del trabajo, y
su vinculación con la crisis del pacto social de postguerra (Reich 1981;
M.D.Yates 1994; Fox Piven y Cloward 1997). La
globalización es interpretada en este sentido como un fenómeno que,
independientemente de los contenidos concretos que se le quiera adjudicar al término,
acontece en un periodo caracterizado por una renovación de los métodos de
explotación de la fuerza de trabajo. En una perspectiva marxista clásica,
Botwinick (1993), Lever-Tracy (1984) o Williams (1991) muestran cómo un análisis
riguroso de los cambios en el mercado de trabajo actual debe partir de
considerar las nuevas
formas de competencia, que no se encuentran anuladas bajo una aparente
globalización que en todo caso, no sustituye a las leyes fundamentales del
sistema capitalista.
En el trabajo que incluimos de Emilio Diaz Calleja se inspira en la necesidad de
estudiar conjuntamente las leyes económicas y la actuación del Estado a la hora de analizar en profundidad
el fenómeno de la globalización. Partiendo de una inspiración clásica, Diaz
Calleja se propone indagar, por medio de una aproximación de carácter
esencialmente empírico, hasta
qué punto la intervención del Estado, y particularmente las instituciones del
denominado "Estado del Bienestar", han tenido en la práctica
capacidad para cambiar las pautas "naturales" de distribución de la
renta en las sociedades capitalistas desarrolladas, y, en particular, en medir
el grado en que las actividades financieras del Estado, considerado en su
conjunto, han alterado la distribución de la renta en el periodo de las últimas
décadas en los países
más importantes de la OCDE. Sus conclusiones empíricas enlazan también con
una preocupación teórica sobre el alcance de la globalización, respecto a una
posible pérdida, o no, del control estatal sobre los procesos económicos.
V. Otros aspectos de la
globalización
Lo
que comparten los tres artículos que forman esta sección no es su aparente carácter
residual, que podría asociarse con el título que lleva la misma --Otros
aspectos de la globalización--, sino quizás un mayor grado de escepticismo
acerca del fenómeno mismo
como algo radicalmente novedoso en la evolución de la economía capitalista.
Así, el artículo de Paolo Giussani, al abordar de forma directa este problema,
nos trae a la cabeza el trabajo de muchos teóricos e historiadores económicos
que llevan mucho tiempo hablando del fenómeno de la globalización (aunque sin
mencionarlo con ese término) como consustancial con la dinámica del capital,
empezando quizás por el propio Marx (1867). Así, I. Wallerstein (1979) y su
teoría de la economía-mundo, nos remite a un capitalismo que es, desde
sus mismos orígenes, una economía global y con una tendencia siempre creciente
a la globalización. Paul Bairoch ha insistido siempre (véanse Bairoch, 1971 y
1996) en que el nivel de vida comparativo entre los países del tercer mundo y
del primer mundo es "un foso que se hace abismo", dejando patente que
el crecimiento de la brecha que se atribuye al reciente periodo globalizador no
es sino el reforzamiento de
una tendencia ya antigua. Merece la pena citar a este autor a este
respecto: "(...) Hasta fines del siglo XVII, el nivel de vida del futuro
Tercer Mundo y el del futuro mundo desarrollado eran muy próximos. Es probable
incluso (...) que el futuro Tercer Mundo haya tenido en promedio un nivel de
vida un poco más elevado que el de la media del futuro mundo desarrollado. Con
el advenimiento de la revolución industrial empieza a abrirse la brecha (...)
hasta 1820-1830 la situación no se había modificado apreciablemente (...) Pero
ya desde 1860-1870, la diferencia existente entre el futuro Tercer Mundo y el
futuro mundo desarrollado, en términos de nivel de vida medio, era ya de 1 a 2
(...) Antes de que termine el siglo XIX la diferencia es ya de 1 a 3. Hacia
1950, era ya de 1 a 5; y (...) hacia 1980 la diferencia (...) no se alejaba de
la proporción de 1 a 8" (Bairoch, 1971, pp. 319-20).
Por consiguiente, el artículo de Giussani, más que en la línea de Chesnais
(1996), Amin (1998), Andreff (1996), o Soros (1998) --a quienes se puede añadir,
en España, el caso de Vidal Villa (1996)--, hay que situarlo en la corriente
que cuestiona la idea como una nueva ortodoxia (Harman, 1996, Hirst y Thompson,
1996, Henwood, 1996). Para un repaso de estas nuevas teorías, se puede ver
Ianni (1996).
En cuanto a la cuestión de las relaciones entre globalización y sociedad de
servicios o postindustrial, el artículo de Diego Guerrero enmarca dicha conexión
en el contexto de una triple tendencia que se puede detectar sobre la materia.
Por una parte, la defendida por quienes ven en la terciarización
un peligro para el crecimiento a largo plazo de la economía (véase Baumol,
1976, y un resumen de estas ideas, en español, en el excelente resumen de Gutiérrez
Junquera, 1993). Por otro, los que, en la línea de la argumentación ideológica
de Bell (1961, 1973), que arranca de una tradición que se remonta hasta el
siglo XIX y principios del XX (véase Lederer, 1925), se esfuerzan por presentar
las ventajas de la sociedad postindustrial sobre la ya desfasada sociedad
industrial (véase Fourastié, Clark, etc.). Por último, los trabajo de los más
escépticos (véase Delaunay y Gadrey, 1993), que no ven tan claro que se
produzca (en términos reales) un crecimiento de la producción de servicios en
relación con la producción de bienes, o que prefieren centrar su atención en
el diferente ritmo de crecimiento de uno u otro tipo de bienes (en particular,
bienes de consumo y bienes de inversión, y la repercusión que dicho cociente
tiene sobre la dinámica a largo plazo de la economía). Este último aspecto
enlaza, por tanto, con el que ya se analizara en los trabajos de la primera
sección de este libro, pues termina por cuestionar la relación entre
crecimiento y ciclos económicos, y la tendencia del sistema a las crisis periódicas
y/o al derrumbe (véanse los reciente libros de Brenner, 1998, o Arrighi,
Hopkins y Wallerstein, 1999).
Por último, el trabajo de Carmen Anula se remite a un campo de especial
importancia para el análisis de la zona fronteriza entre las disciplinas económica,
sociológica, jurídica y política. Esta literatura, magistralmente
representada por el excelente trabajo crítico de las posiciones liberales que
representa la obra principal Karl Polanyi (1944), puede completarse con la
recopilación de trabajos recogida en el libro de Crouch (1988), así como con
toda la literatura sobre la importancia del Estado del Bienestar en el
funcionamiento de las modernas economías occidentales, desde Esping-Andersen
(1993) a Picó (1987), o sobre el papel del Estado en general (véase Block,
1977) que la propia Anula (véase Anula, 1995, o Anula y Díaz, 1997) ha
relacionado, en profundidad, con la cuestión de la incidencia de la familia y
de las formas adoptadas por el propio mercado de trabajo (véase Botwinick,
1993) sobre el comportamiento de todo el conjunto de relaciones sociales de
producción y reproducción.
Notas
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